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miércoles, 23 de noviembre de 2011


Cuando se fueron , a aquel lugar donde se encuentra la eternidad de las almas, definitivamente dejaron un vacio inconsolable en mi interior. La vida continuaba, inexorable, y por no querer perderme en el paso del tiempo, congelada en esos últimos días en los que todavía estaban aqui, de un modo visible al menos, proseguí en mí andar, como si nada. Lo cierto es que en esos inevitables intervalos de silencio, muchas veces me encontraba buscándolos - vanamente, lo sé- en aquellos lugares dónde solían estar. Recorría la casa, los pasillos, la cocina, su habitación, deteniéndome en el umbral de cada sitio, reviviendo intensamente escenas de momentos pasados. Reproducía en mi mente cada facción de su cara, cada movimiento o gesticulación que tanto los caracterizaban, su sonrisa natural, su mirada traviesa, y el sonido inconfundible de sus voces. Recordaba todo ello, y me sonreía sola. Un día, simplemente deje de hacerlo. Ya no necesitaba anclarme en aquellos lugares donde habían estado tiempo atrás, porque descubrí que su presencia no estaba sujeta a esos espacios tangibles, sino que se trasladaba a momentos y situaciones más significativos. Era inútil buscarlos cuando ya me habían encontrado. Fue allí cuando comencé a sentirte más cerca de mí, donde fuera que estuviese, en el tiempo que fuese. ..Los veía en los rayos de luz que cada mañana entraban por la ventana y me despertaban, en las puestas de sol que me regalaban cielos de una belleza inexplicable, en el rezagado vaivén de las olas en el río, en el susurro del viento que agitaba las hojas de los árboles al pasar, en el silencio de la noche que me consolaba y daba paz. Pero incluso allí, también me equivocaba. Hoy puedo decir, con todo el orgullo y alegría que caben en mi espíritu, que nunca debí buscarlos. Y no porque me hallan encontrado primero, sino porque en realidad, nunca me dejaron.
Ustedes no están más vivos en ningún otro lugar, más que dentro de mi. No como un simple reflejo artificial. Están en el latir de mi corazón, en mi manera de sentir, de pensar, de vivir. Soy quien soy, por su memoria. Soy extremadamente consciente de que a donde sea que vaya, sea lo que sea que haga, con quien sea que me encuentre, siempre manifiesto gran parte de ustedes. Soy la manifestación viva de su ser, de aquello que fueron y me dejaron, no como una mera influencia en mi educación, sino como una marca más profunda, que dejó un sello indeleble en mi esencia.

A nueve años de aquellos días

logro entender mucho mejor algunas cuestiones existenciales.
No me queda más por decirte
- aunque estoy segura de que lo sabes-
que Estoy plenamente Feliz.
Gracias, infinitamente gracias.

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